Connor MacLeod está cansado de su condición de inmortal y de ver cómo sobrevive a todos los que ama. Se recluye en un santuario en el que los inmortales pueden reposar en paz, sin tener que luchar. Pero el santuario es atacado por un viejo enemigo, Jacob Kell, que, después de asesinar a todos los que se encontraban retirados, excepto Connor, se ha convertido en el inmortal más poderoso. Ahora, Connor y su hermano Duncan tendrán que detenerlo y evitar así que sea el malvado Kell el último inmortal que quede...
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Cuarta entrega con la vista puesta en acabar con la saga, una vez terminada también la serie que se realizó sobre la misma interpretada por el propio Adrian Paul. Nos sorprende que aunque sólo puede quedar uno, los Inmortales pueden ser multitud, y además pueden crear nuevos inmortales.
La verdad es que esta cuarta entrega sorprende poco, el producto está agotado y Douglas Aarniokoski, el director, apenas puede lucirse si no es en la mejora de los efectos especiales, lo que tras el transcurso de 25 años no sorprende, si acaso el evidente paso del tiempo en Christopher Lambert, al que la inmortalidad y el maquillaje no le pueden ocultar el inefable transcurso de los años.
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