En un género saturado de CGI y grandilocuencia, Prospect destaca precisamente por lo contrario: una ciencia ficción pequeña, sucia y profundamente atmosférica. Su universo no necesita explicaciones ni prólogos interminables; simplemente existe. Y existe con una coherencia visual admirable: trajes remendados, herramientas desgastadas, naves hechas para sobrevivir más que para impresionar. Es sci-fi áspera, casi táctil.
La película funciona sobre todo gracias a su tono de western espacial, donde la desconfianza pesa más que la acción y cada decisión parece tomada al borde del peligro. Pedro Pascal brilla en un papel ambiguo y carismático, mitad bandido, mitad mentor improvisado, mientras que Sophie Thatcher sostiene con solvencia el arco emocional de la historia.
No es una película para quienes busquen ritmo frenético o un universo explicado al detalle. Prospect apuesta por el minimalismo narrativo, la tensión contenida y los personajes enfrentados a un entorno hostil que nunca deja de sentirse vivo. Su mayor debilidad quizá sea un final demasiado abrupto, que deja con ganas de explorar más ese mundo tan bien construido.
Aun así, es una de esas rarezas que recuerdan por qué la ciencia ficción independiente tiene tanto valor: imaginación, atmósfera y personajes que importan más que el presupuesto. Una pequeña joya para quienes disfruten la sci-fi adulta y sin artificios.