The Phoenician Scheme no es una gran obra dentro del universo Anderson, pero incluso sus películas menores tienen algo especial. En este caso, lo más destacable vuelve a ser lo de siempre: una dirección artística impecable, una fotografía que parece pintada con lápices de colores, y un reparto de lujo que haría brillar cualquier cartel (Benicio del Toro, Mia Threapleton, Tom Hanks, Scarlett Johansson, Cumberbatch, Cranston, etc.).
La historia en sí —una intriga familiar con tintes de espionaje protagonizada por un magnate europeo y su hija monja— no tiene la fuerza de El gran hotel Budapest ni la ambición formal de Asteroid City. Es más ligera, menos compleja, incluso más amable. Se agradece esa intención de hacer una película algo más accesible, sin renunciar al estilo recargado y meticulosamente simétrico de su autor.
Sí, Wes Anderson se repite. Mucho. Pero también es verdad que no hay nadie que haga películas como las suyas. Para algunos es exasperante, para otros reconfortante. Yo estoy en el segundo grupo: cada dos años, disfrutar de una de sus fábulas visuales sigue siendo un pequeño placer.
¿Le falta chispa? Puede. ¿Es todo demasiado autoconsciente? Probablemente. Pero a veces basta con una buena paleta de colores, un elenco entregado, y una historia absurda para disfrutar del cine. Esto no es Rushmore ni Moonrise Kingdom, pero tampoco es un desastre. Solo Wes siendo Wes. Otra vez.