Se nota que Greg McLean no se enfrenta por primera vez con monstruos terrenales, y que no es su primera película de intriga y terror. Comienza con una bella fotografía describiendo los paisajes naturales y salvajes del norte de Australia como si de un documental de Nacional Geographic se tratara mostrando la belleza de los parajes de donde es natural.
Aprovechando un viaje turístico para conocer esos parajes, lo que nos podría pasar a cualquiera de nosotros, nos sumerge en una aventura terrorífica donde nos presenta uno de los animales prehistóricos que siguen entre nosotros, el cocodrilo de agua salada, verdaderos monstruos con vida, y además nos muestra sus costumbres, su territorialidad y exclusividad en sus territorios de caza, incluso su madriguera y como conserva a sus victimas para devorarlas cuando le apetezca.
Con un buen reparto, con la atractiva Radha Mitchell a la cabeza, bien secundada por Michael Vartan y con el reclamo en taquilla de la presencia casi testimonial de Sam Worthington, realiza una buena película de intriga y terror muy aconsejable para el público en general, donde demuestra que a pesar de nuestra inteligencia superior, el terror a lo desconocido, nuestro miedo a ser devorados cortocircuitan nuestra inteligencia dejándonos a la altura de las presas en vez del sitio que nos corresponde precisamente por la estupidez humana en momentos puntuales donde hay que tomarse unos minutos para pensar y buscar la mejor manera de sobrevivir en grupo, y no haciendo cada uno la guerra por su cuenta que conlleva resultados predecibles.
Notable, 7.