Si la vida es una interacción química..., está claro que venceremos a la muerte inyectando un compuesto que reactive toda esta biología... Con una premisa tan sencilla como esta, adaptación de un cuento breve del gran H.P. Lovecraft, surge en los ochenta esta libérrima y descarada película de terror.
De todos los pecados que puede cometer una película de terror, el único que no puede permitirse es caer en el ridículo. “Re-Animator” con su hábil mezcla de gore, suspense, y comedia (negrísima) podía haberse hundido en esas aguas negras, pero sale indemne de esta tentación. En ningún momento existe una pretensión de hacer una obra que siente cátedra. Ajenos a cualquier pretenciosidad, se dejan llevar libres, sustentados en un guión realmente bueno, hasta hacer creíble, y sobre todo divertido (lo que es de agradecer), todo el desfile gore que durante los 95 minutos siguientes llenará la pantalla.
Los actores están en un estado de gracia absoluta; sobre todo J. Combs, que interpreta al Dr. West haciendo uno de los mejores retratos que del científico loco tenemos en toda la historia del cine (su locura está siempre en los ojos, en la pasión de sus gestos); como no podía ser menos, también está el guapo de la película (con su novia la víctima igual de atrayente) siguiendo las pautas de descerebrados que llenaron parte de la comedia americana de los años 80. Un punto y aparte merece David Gale, aquí interpretando al “malo” de la película: el Dr. Hill y que protagoniza una de las mejores secuencias de humor negro: su cuerpo decapitado entrando con toda normalidad en el Hospital y simulando la falta de cabeza con el típico busto que encontramos en cualquier facultad de medicina.
En resumen, una película inclasificable, divertida, escatológica... ¡una gozada en la que los gritos son lo único que logran decapitar las carcajadas!