La TARDIS ameriza cerca de la costa este de Inglaterra en lo que parece un idílico paraje, pero, una vez alcanzada tierra firme, el Doctor y sus compañeros tendrán un recibimiento poco amistoso a cargo de unos guardias de seguridad que los toman prisioneros tras dispararles con dardos tranquilizantes. Transportados hasta una refinería de gas, los viajeros comprenderán el motivo del celo de los agentes: al parecer ha habido una serie de problemas inexplicables con la presión de las tuberías de alimentación de la instalación que amenazan con hacer inviable el suministro del valioso fluido, con lo que los extraños compañeros fueron confundidos en un principio con saboteadores. Resuelto el malentendido, el Doctor y sus amigos deberán hacer frente al verdadero perpetrador: una monstruosa alga mutante capaz de lanzar nubes de vapor tóxico o expulsar una suerte de espuma que permite a la criatura controlar a todos aquellos humanos que entran en contacto con ella.
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