Estoy bastante cansado de que a este director se le permita cualquier cosa. Me sorprende que no se le exija que tenga claro que quiere contar, cosa que vuelve a suceder en esta película.
El montaje, con mil localizaciones, forzando una belleza en cada toma, pero que no acompaña a la historia o a lo que quiere contar es, una vez más, el motor del film. No llego a entender las tramas incompletas que presenta; lo que mueve a los personajes a actuar, debe de estar solo en la cabeza de Sorrentino, porque para nada queda claro.
Pero lo más preocupante es lo que expongo al principio: que nadie le cuestione. Me sorprende ver puntuaciones altas, que llego a pensar que son miedo a no ser parte de ese elitismo de comprensión. El cine se hace para un público, y si tú público no entiende lo que quieres decir, fracasas como contador de historias.
Desafortunadamente para mí, Paolo Sorrentino, verifica con este largometraje que es incapaz de transmitir lo que guarda en su mundo interno.