Drama judicial estructurado en dos temporadas totalmente diferentes, que tiene como nexo de unión un despacho de abogados criminalistas y donde, a pesar de los tópicos, predomina la moralidad de los líderes del despacho, Daniel Benzali en la primera temporada, verdaderamente apoteósica, donde se plasma paso por paso un juicio criminal en EEUU, desde la constitución del jurado con las técnicas psicológicas para hacerlo, como la investigación paralela que hace el despacho a la investigación policial, los tejemanejes de la fiscalía para lograr las sentencias condenatorias, hasta la vida íntima de los profesionales, de los acusados y de las víctimas desveladas hasta en el último detalle, todo ello en el marco de un thriller judicial con un final inesperado. La segunda temporada, Anthony LaPlagia sustituye a Benzali, y siguiendo la trama argumentativa de la primera, y manteniendo a su equipo de abogados con el fichaje de un Letrado de color, se dedican a defender tres homicidios, el cometido a un candidato a gobernador, el de un jugador de la NBA, y por último el más peliagudo de un asesino en serie que mató a 17 personas en venganza por lo que el consideraba una mala práctica judicial que ponía en libertad prematuramente a 17 monstruos potenciales que habían cometido delitos contra sus semejantes sin pagar lo suficiente por ellos, erigiéndose en un Justiciero. Gran serie judicial, exquisitamente dirigida e interpretada, con un glamour importante y muy instructiva. Mi valoración, un sobresaliente, 9.