En los últimos años de su carrera, John Ford se concienció del problema indio al que el Gobierno americano, a través de su ejército, mantenía confinado en reservas completamentes inadecuadas para que se mantuvieran con vida por sí mismos, y las promesas y los suministros que les prometían se quedaban por el camino.
La revuelta del pueblo Cheyenne existió en la realidad, y caminaron casi dos mil kilómetros para volver a las tierras que los vieron nacer y por las que lucharon hasta prácticamente su exterminio. John Ford introduce unas cómicas escena de Dodge City, donde el sheriff era Wyatt Earp con su inseparable Doc Holliday, para darle ciertos visos de verosimilitud a la historia, ya que los Cheyennes pasaron muy cerca de Dodge City en el camino hacia sus tierras.
Bellos paisajes de los parajes estadounidenses, gran fotografía que estuvo nominada a los Oscar de la Academia, y un alegato antirracista de un conservador que cuando llegaba su final denunció con su arte lo que ocurría con las tribus autóctonas de su país, y por eso merece todo mi reconocimiento.
Sobresaliente, 9.